En lo que yo recuerdo, la palabra
“mantecao” hasta hace unos años no era el significado de dulce navideño, que
aquí siempre fueron los polvorones. Recuerdo las antiguas cajas de polvorones
que además de los dulces, traían dentro de regalo el almanaque de San Antonio u
otro santo o virgen, también hasta un cenicero o una de esos botellines en miniatura de Pico-Plata o de anis.
Recuerdo que en Bonanza, donde yo
vivía, los polvorones en cajas de cinco o diez kilos se compraban en la
Cooperativa Frusana. Cuando faltaban
unos meses para las Navidades, todo el que quería iba a la Cooperativa y se
apuntaba para que le trajeran los polvorones y algún litro de moscatel. Después
había unas colas enormes para recoger lo que se había encargado.
Pero en Sanlúcar al hablar del “mantecao”
casi siempre nos referíamos al helado, sobre todo a aquellos que nos daban en
los barquillos, el cucurucho, porque después estaba el corte, que era la barra
a la que se ponía dos galletas de barquillo.
Mi helado preferido siempre, de
toda la vida, era el Napolitano, de Helados Toni, en Sanlúcar. Chocolate y
vainilla en un palo cuadrado y envuelto en un papel transparente. ¡Delicioso!
He buscado en el Diccionario de
la Lengua Española y aparece una acepción que dice: “Compuesto de leche, huevos
y azúcar con que se hace un helado”.
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