Siempre se ha hablado y comentado,
la mayoría de las veces con un poco de sorna, del fantasma que existe en el
antiguo Palacio de los Orleans, hoy Ayuntamiento. Supongo que en un edificio
tan antiguo es fácil oír ruidos por todas partes, pero yo ni entro ni salgo en
esos temas, que me he llevado allí trabajando más de 20 años y alguna que otra
vez se me pusieron los pelos de punta, me limito a transcribir lo que contaba
José Luis de Vilallonga en sus memorias.
Boda de José Luis de Vilallonga
Nunca he creído ni en fantasmas
ni en aparecidos, a pesar de haber sido testigo de algunos fenómenos
paranormales a los que nunca pude encontrar explicación. Era de todos conocido
que la Infanta Beatriz veía con frecuencia a su hijo muerto en la guerra, con
el que, según contaba, mantenía conversaciones de lo más banales. Algunos
miembros del servicio de palacio, sobre todo los más ancianos, también
afirmaban haberse encontrado con él cerca de los aposentos que había ocupado en
vida, aunque nunca le oyeron pronunciar una palabra.
El caso es que, vestido ya para
la ceremonia, empecé a bajar por las escaleras para reunirme con doña Beatriz,
del brazo de la cual tenía que entrar en la iglesia. Estaba ya en los últimos
peldaños cuando salió a mi encuentro Don Álvaro, con su guerrera inmaculada y
sus alas de aviador.
- Métete en cualquier sitio - me
dijo -, porque ahora va a bajar Pip y trae mala suerte ver a la novia antes de
la boda. Sin esperar mi respuesta dio media vuelta y desapareció. En aquel
mismo instante me dije que yo no había hablado con don Álvaro. Aquel aviador se
parecía a don Álvaro, pero no era don Álvaro. Era el otro hijo abatido durante
la contienda. Cuando minutos después me encontré con doña Beatriz, no pude
contenerme y le dije en voz baja:
- Yo también lo he visto.
La Infanta no se inmutó. Ni
siquiera me preguntó a quién había visto. Lo daba por entendido
La cruda y tierna verdad -
Memorias no autorizadas
José Luis de Vilallonga. Pag.
331-332
1 comentario:
Enhorabuena por un blog tan elaborado e interesante. Los sanluqueños, por desgracia, no conocemos ni valoramos muchas cosas de nuestro legado.
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