El Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos del jueves 17 de octubre del año 1799 publicaba el artículo que por su interés os reproduzco:
“Observaciones sobre los navazos de la Ciudad de S. Lucar de Barrameda por D. Juan Sánchez Cisneros, individuo de aquella ciudad”.
En esta ciudad llaman navazos a
unos arenales áridos inmediatos a las playas del océano, que cultivan sus
vecinos con acierto y utilidad, transformándolos en hermosas huertas que surten
de berzas y legumbres a la ciudad de Cádiz y pueblos de su partido.
El que no esté acostumbrado a ver
y observar semejante clase de cultivo en arena pura (1), tendrá por ilusión y
sueño quanto se le diga acerca de su conversión en terreno pingüe y abundante
por medio del abono y laboriosidad de aquella clase de labradores; pero siendo
una verdad tan pública, omitiremos las pruebas, que de ninguna otra cosa
servirían sino de hacer molesta esta exposición, y pasaremos a manifestar al
modo con que logran hacerlos fructificar abundantemente.
En las inmediaciones del mar,
donde sus playas ofrecen llanuras de arena de alguna extensión a mayor altura
que el nivel de las aguas de aquel en su fluxo y refluxo, trazan la posesión y
la cercan de un vallado de cespedes y
escombros con que le dan solidez e
impiden la entrada de gentes y animales. Concluida esta operación
preparatoria principian la de desmontar, cavar, o rebajar el cercado hasta
aquel punto que tienen por suficiente, y las de delinearlo y dividirlo en muchas
suertes o tablas de diferentes figuras y dimensiones con arreglo a la que
presenta la posesión. Por los lados de cada una de las tablas abren zanjas o
acequias de tres o cuatro pies de profundidad, y otros tantos de anchura, que
les sirven para recoger el agua que se filtra de la arena, y conducirla a un
depósito, caxa o desaguadero principal, con el qual tienen todas comunicación,
y que por una cañería de barro, dispuesta al intento, la extrae en la baxa mar
a la playa que dexa descubierta. Esta operación les produce dos ventajas; una,
deshacerse de aquel líquido perjudicial al nabazo que por abundancia impide la
vegetación; y otra, que en los tiempos abundantes de lluvias, en que quedan
cubiertos de prodigiosa cantidad de agua, abren el dicho depósito o cauce
general, y en el instante toda la de las suertes cae a las zanjas inmediatas, y
son conducidas a aquel, quedando desaguada y desembarazadas como si no hubiese
llovido.
Dispuesto y rebaxado el plano, lo
estercolan abundantemente, y dan principio a sus plantaciones; pero con la
particularidad de no aguardar en dos años a que se alce un fruto para sembrar
otro; pues quando conocen que es oportuno, lo executan con inmediación a la
planta que va a fenecer, consiguiendo con este método que quando acaba una quede
otra fructificando sucesivamente sin padecer obstáculo alguno.
Cuando practican el allanamiento
o igualación de la arena, guardan inviolablemente la condición de dexar el agua
que tiene retenida, a la altura de vara y cuarta de su superficie, con el
objeto de que no falte el xugo suficiente para criar y alimentar la planta en
medio de los rigores del verano en que se evapora mayor cantidad, penetrando el
calórico un terreno que por su naturaleza es tan poco compacto. De este método
se deduce clara y evidentemente que semejantes campos nunca se riegan de pie o
artificialmente pues carecen de aguas de esta clase, y que de consiguiente sus
producciones se alimentan con sola la que conservan los intersticios y les
facilita la inmediación del mar.
También debe notarse que siendo
así, y por lo mismo su calidad salobre, nunca se encuentra con esta circunstancia la de las zanjas que
recogen la de los quadros, y aun en la de estos ha verificado igual propiedad
haciendo en ellos pequeñas excavaciones sin poder lograr que me indicasen el
más pequeño cristal de muriate de sosa (sal común) ni de los otros principios
que se hallan disueltos en la del mar: circunstancia bien particular si se
reflexiona que aun quando al parecer sucede lo mismo en otros parages, la análisis
demuestra siempre que el agua conserva uno u otro principio que se manifiesta
por medio de los reactivos.
Constantemente tengo observado en
las plantas que por su naturaleza debieran abundar en mucilagos, criadas en
semejante especie de huertas, que poco abundantes de ellos. Lo mismo digo de
las aromáticas, que rinden escasísima cantidad de aceytes volátiles, particularmente
aquellas en que se extrae de su raíz; y por el contrario las que por su clase
les corresponde; son abundantes con exceso de extractos xabonosos.
Los abonos son en todo conforme a
los que acostumbran a dar los labradores a las demás tierras, exceptuando el
que no emplean arados, sino azadas para las labores; y como a los nabazos no
les faltan las que son de tabla, jamás dexan de producir sin necesidad de otro
descanso que el preciso para los estercólos. Llevan muy bien estas arenas toda
clase de legumbres y hortalizas que son de un gusto muy bueno y saludables,
aunque más leves que las criadas en tierras francas y compactas. Las raíces turmosas
y las semillas de las gramíneas criadas en estos sitios contienen poquísima fécula,
y aun quando se dan con sumo verdor y lozanía regularmente son víctimas de las
infinitas enfermedades que suelen acometerlas. Los árboles, matas y arbustos se
dan muy mal, y los pocos que prevalecen, rinden por lo general frutos poco
apreciables.
Últimamente una primavera húmeda
sin exceso, estío y otoño moderados con un invierno abundante de lluvias son
los únicos requisitos que desean los dedicados a esta clase de agricultura para
lograr una abundancia que recompense exorbitantemente sus tareas; pero, aunque
falten aquellos, siempre la logran suficiente.
Nota. Sobre los navazos de S. Lucar
nos ha ofrecido una noticia más completa Don Lucas Marín Cubillos vecino de
aquella ciudad, y la esperamos con ansia para dar a conocer con la mayor
individualidad los medios de cultivar los secos y estériles arenales que se
hallen en la misma disposición en otras partes de España; y que el
aprovechamiento de aquellos áridos espacios, y la riqueza que de ellos resulta,
no se ha debido a ninguno de los que pasan su vida leyendo libros y más libros
sin que su ingenio ni sus manos sean jamás de provecho a sus semejantes, ni a
los que en las ciudades, en las juntas y en las Universidades vocean, desertan
y componen discursos, sino a un albañil que, después de su trabajo diario, se dedicó a cavar en aquella arena hasta
encontrar la humedad suficiente para la nutrición de algunas plantas. Su nombre, que ignoramos
todavía, debe ser más recomendable a la presente y a las futuras generaciones
que el de tantos centenares de ociosos como se mantienen del trabajo ageno sin
que la sociedad saque de ellos utilidad alguna.
(1) Analizada aquella arena por el autor de estas
observaciones, la halló ser quarzosa con tres partes, sobre ciento, de piedra
caliza debida a la descomposición de los orgánicos marinos que arrojan las aguas.
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