El Monasterio de Ntra. Sra. de
Barrameda, orden de San Jerónimo
El primer monasterio asentado en
Sanlúcar fue el de los jerónimos, llevados a la villa hacia 1440 por don Juan
de Guzmán, VI señor de la villa, III conde de Niebla y I duque de Medina
Sidonia. Les cedió al efecto "un hermoso sitio donde se ven la barra, entrar
y salir los navíos y mucha diferencia de velas y vasos", como señala Juan
Pedro Velázquez en su Fundaciones de todas las iglesias, conventos y ermitas.
En terrenos próximos a Bonanza, los jerónimos se asentaron sobre la casa de
apeadero que habían erigido los caballeros templarios hacia 1270 sobre la
ermita allí existente bajo el título de Ntra. Sra. de Barrameda. Tal ocupación,
autorizada por el rey sabio Alfonso X, tenía como finalidad el que los
templarios pudiesen realizar desde allí "sus embarques y caravanas de mar
contra los infieles"; no debemos olvidar que aún habrían de pasar más de
dos siglos para culminar la reconquista. Pero en 1312 el papa Clemente V
extinguió la orden del Temple, pasando todos los bienes que poseía en Sanlúcar
a propiedad del II señor de la villa, de nombre también Juan de Guzmán.
Ntra. Sra. de Barrameda
Los jerónimos, que recibirán como
dote fundacional tales bienes, no dejaron en el transcurrir de los años de
recibir nuevas aportaciones de los Medina Sidonia. Así, y por mencionar algunas
a título de ejemplo, en 1554 les dotaron ocho capellanías, cada una de ellas
con la obligación de celebrar veinticinco misas cada mes, y todo ello con la
aportación pecuniaria de 100.000 maravedíes anuales. Poco después los monjes
serían beneficiados con otra gracia: recibir seis atunes cada año:
"Capitán y veedor de mi almadraba de Conil, yo os mando que de los atunes
que con la ayuda de Dios se pescaren e cogieren en esa almadraba, des a la
persona de el señor prior del monasterio de Santa María de Barrameda seis
atunes de que yo les hago limosna". En 1639 el IX duque, don Gaspar
(titular 1636-1645), se comprometió a la entrega anual de 100 ducados de
vellón, consignando como garantía de tal compromiso la Venta de Bonanza. Don
Gaspar no podía imaginar que solo seis años después sería desposeído del
señorío de la ciudad, como ya vimos, y que se iba a ver sumido en sucesivas
suspensiones de pago de sus obligaciones, con lo que los acreedores obtivieron
el embargo de las rentas de la Casa. De este modo pasó la Venta de Bonanza a
propiedad de los jerónimos, que no perdonaron un puñado de reales a la Casa a
la que todo debían. Mantuvieron la propiedad hasta 1729, en que, tras
interminable pleito, la Casa consiguió probar ante la Chancillería que el
compromiso de don Gaspar con los jerónimos era nulo de pleno derecho, pues el
primitivo privilegio de cesión regia de Bonanza se determinaba que no podía
enajenarse ni hipotecarse sin autorización expresa del monarca.
Cuando se realiza el Catastro en
Sanlúcar en 1752, los bienes que se registran como propiedad de los jerónimos
son muy escasos: una casa en la calle San Nicolás cuya renta se fija en 180
reales; un solar en la calle que iba de la iglesia mayor al castillo; y una
huerta dentro de los límites y cerca del monasterio, de dos aranzadas, una de
ella para verduras regadas con noria y la otra ocupada por naranjos de china y
limones agrios. A ello se agregaban 3.300 reales que percibían anualmente de
los réditos de un juro que les fue cedido por Felipe III, establecido sobre las
rentas de la Casa de Contratación de Sevilla, el cual sería renovado ya en el
siglo XVIII sobre el derecho de nontazgo, el cual les era pagado por la
Tesorería de lanas, con sede en Madrid. Por último, los jerónimos percibían
anualmente 6.363 reales por los réditos de 142 escrituras de censo que tenían
otorgadas a distintos vecinos de Sanlúcar y algunos forasteros. En
contrapartida, el monasterio aparece a su vez fuertemente endeudado, pues se le
reconocen censos en contra por importe de 81.411 reales de principal, lo que le
obligaba a pagar anualmente 2.443 reales en concepto de réditos al 3 por
ciento.
Los datos catastrales sobre los jerónimos se
cierran dando cuenta del ganado que poseían. Y no era poco en una ciudad apenas
ganadera, ya que dan cuenta de 36 cabezas vacunas (14 bueyes, 10 novillos y
becerros y 12 vacas), 9 caballos (7 de ellos yeguas de vientre), 1 mulo y 8
asnos. Y me pregunto: ¿a que dedicaban los monjes tal ganado si no poseían más
tierra que la pequeña huerta? ¿dónde pastaban tales animales, acaso en tierras
concejiles? ¿Alquilaban sus bueyes a los labradores? ¿Realizaban algún tráfico
con mulos, caballos y asnos? Lamentablemente, toda la documentación original
del Catastro, que se custodiaba en Sevilla, se perdió, parece ser que a causa
de un incendio. Ello impide acudir al documento que nos aclararía las dudas, el
memorial que debió entregar el monasterio dando cuenta de todos sus bienes y
rentas. Porque tampoco parece lógico que los jerónimos no gozasen en 1752 de
misas, aniversarios, etc., rentas desde luego presentes en la mayor parte de
los monasterios y conventos de otras tierras. Lo que es un hecho es que los
documentos catastrales que se conservan en el Archivo Municipal de Sanlúcar
nada dicen de todo lo señalado, silencio éste que hacemos extensible a los
restantes conventos sanluqueños, por lo que no volveremos sobre el asunto.
Jesús Campos Delgado - Concepción
Camarero Bullón
Sanlúcar de Barrameda según las
Respuestas Generales del Catastro de Ensenada de 1752
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