jueves, 15 de agosto de 2024

La primera salida procesional de la Virgen de la Caridad

La Revista Albricias, del año 1952, recoge la narración de la primera salida procesional de la Virgen de la Caridad al Barrio Bajo, que transcribo de forma completa:

Recogemos, aunque con escasas mutilaciones, el relato que por orden de los señores duques de Medina Sidonia, fundadores de la Santa Cofradía de la Virgen de la Caridad, hizo el Licenciado Juan Candalo, capellán y escribano de la dicha Cofradía, para que quedase memoria en sus libros del orden y concierto que hubo en la solemne procesión y fiesta que se hizo a los 15 de agosto de 1609… que es bien quede memoria de ello así por la grandeza y riqueza con que se celebró, como para ejemplo de imitación a los venideros.
“Comenzaron las fiestas con vísperas solemnes y misa cantada, todo con música, y predicó en ella el Padre Fray Juan Bautista, Provincial de la Orden de Santo Domingo, habiéndose primero aderezado la capilla de Nuestra Señora y la del Señor San Pedro, que es donde se puso Nuestra Señora en las andas, y en esta se puso un dosel de terciopelo azul con las armas de Guzmán; en el cuerpo de la Iglesia se puso una colgadura que llaman la “galería de las ninfas”.
Estaba asimismo el patio y corredores del dicho Hospital aderezado de telas de oro y brocados de primavera con muchos estandartes de oro y seda, y a trechos, muchos versos de octavas, sonetos y enigmas en alabanza a la Santísima Virgen. Las calles por donde había de ir la procesión estaban todas aderezadas de muchas colgaduras de telas y bordados de oro y seda, con algunos arcos triunfales adornados de muchas historias con muchos cuadros, y en ellas muchas músicas de diversos instrumentos, y había muchos altares curiosos y riquísimamente aderezados con reliquias e imágenes de mucha devoción. Ordenose la procesión por las Cofradías de esta ciudad, que iban todas delante con las insignias y guiones de sus advocaciones… que eran la de la Santa Veracruz, la del Nombre de Jesús, la de San Sebastián, la de los Nazarenos, la Soledad, las Cinco Llagas, San Antonio, San Blas, San Nicolás, la de los Reyes, la de Ntra. Sra. del Rosario, San Crispín y Crispiniano, San Lázaro, y tras de las cuales se pusieron en el mesmo orden los niños
del Colegio de la Doctrina… Luego se pusieron las Ordenes que hay en la ciudad por su antigüedad, primero los vitorios, luego los agustinos, tras ellos los franciscanos y últimamente los dominicos, que todos vinieron con sus cruces y ciriales e incenciarios, en que había muy gran cantidad de religiosos por los que habían venido a esta solemnidad. Tras de todas las Ordenes iban los clérigos, capellanes, curas y beneficiados de esta ciudad e iban incendiando la Santísima Viren de dos en dos. La Santísima Virgen venía tras de los clérigos acompañada del preste y ministros, que venían vestidos con un ornamento de brocado bordado muy rico, y con cien hachas de cera blanca, que por ambos lados llevaban cien cofrades; el vestido de que la Virgen llevaba era tal que no se pudo juzgar que fuese más de gozar del resplandor de las piedras que salían de él y de una corona de oro de muy ingeniosa hechura; iba puesta en sus andas de plata de tanto peso que apenas si la podían llevar seis sacerdotes muy poco espacio, para lo que se iban de seis en seis rumudando.
Tras el preste iban las niñas huérfanas que se crían en el dicho Hospital (Alude al Hospital de San Pedro) en forma de noviciado para servicio de las enfermas y para sacarlas de allí puestas en estado, tras ellas iban cuatro doncellas en cuerpo con sus desposados de las manos, que aquel día se habían velado en el mesmo Hospital acompañados de las mesmas beatas de la dicha casa. En este orden y concierto, después de las cinco de la tarde salió la Virgen Santísima de su casa con sus andas, debajo de un palio de tela de plata, azul, con seis varas que llevaba al duque nuestro señor y sus hijos el marqués de Alcalá y don Rodrigo de Silva y Mendoza, don Alonso Pérez de Guzmán, don Manuel de Silva y Mendoza, nuestros señores, y don Luis Bravo de Acuña, a cuyo cargo están las galeras de Portugal, y porque el peso era mucho y el trecho largo, estaban dispuestos diez y ocho caballeros que de seis en seis se remudaban a llevarlo, más adelante, un poco en medio de la clerecía, iba el conde nuestro señor con el guión de la dicha cofradía en una vara de plata muy alta, que también era azul de damasco, y en ambas partes una imagen de Nuestra Señora. En medio, cortada de razo blanco en los campos del vestido bordados de oro, las encarnaciones del rostro y manos abiertas, y alrededor doce coronas de plata, y con cada corona una letra bordada de la excelencia que significaba. En estas doce coronas la una que significaba la
Caridad, estaba más cerca de la cabeza de Nuestra Señora; sobre su cabeza y por remates, después de una guarnición angosta, iba una letra en todo en redondo que decía – La que falta escogisteis y todas las merecisteis – que se dijo por la corona de la Caridad que faltaba de la rueda de las demás por estar sobre la cabeza de Nuestra Señora. En esta forma fue por la calle del Hospital para la calle arriba de la cruz (Actualmente Dorantes) que sale a la plaza Alta, frontero de la casa de Su Excelencia, en donde había un altar en que paró la Santísima Virgen, donde se le cantó un motete, y habiendo dado la vuelta a aquella plaza entró por la calle de Boscán, que llaman del Contador mayor (El trozo desde la plaza Conde de Niebla a calle de Belén), a la entrada de la cual estaba un arco triunfal a la esquina del cabildo (La esquina del Cabildo era la del actual Cabildillo) muy bien aderezado, y prosiguiendo por esta calle entró por la de Belén, al principio de la cual, la Virgen levantó un tullido de Puerto de Santa María, que tuvo por testigo de su enfermedad a Miguel de Oviedo, proveedor de las galeras de España y al licenciado Alfaro, cirujano, que declaró no había podido curalle. Entró luego por la calle de los
Bretones y salió luego a la plaza de la Ribera, que una y otra estaban muy aderezadas de colgaduras de telas de oro, brocados y sedas. De la plaza entró por la calle Ancha de los Mesones, que toda ella estaba muy vistosa, porque tenían las calles colaterales ocupadas con pasos de historias, muchas curiosidades, fuentes e invenciones que daban mucho juego gusto y contento. Prosiguió la misma procesión por la calle de San Jorge hasta el convento de monjas de Regina, de que es patrona y nueva fundadora mi señora la duquesa, donde en el coro bajo salieron todas las monjas a recibir a la Santísima Virgen, cantándole el Ave María Stella y otros motetes a música y con mucha alegría. De allí prosiguió por la calle que va a la Santísima Trinidad, en donde estaba un altar maravillosamente aderezado, y un poco más adelante un arco triunfal y en él una muy buena música de vihuelas de hombres y mujeres; y llegó la procesión a la plazuela de la Santísima Trinidad, y atravesó la plaza para volver a entrar en la calle de los Bretones, y volvió a subir la cuesta de Belén y la calle alta de la misma ermita (La ermita de Belén ocupaba parte del edificio donde está la Iglesia de la Merced), y volvió a entrar en la dicha calle del Contador Mayor, y caminando para volver a la calle que va a entrar en su casa y Hospital, sanó un tullido de Cádiz, que había más de un año que allí lo habían conocido enfermo; fuese continuando hasta llegar a su casa, a donde llegó a mas de una hora de la noche, y  en todo el
tiempo que anduvo la dicha procesión, mostrando asimismo muy grande regocijo y alegría, un castillo, naos, y galeras que el puerto había, disparaban con mucho orden toda artillería, y fueron hasta las tantas las galas y riquezas que en esta fiesta hubo, que afirmaron muchos caballeros cortesanos que en ella se hallaban, no haber visto semejante grandeza de fiestas como esta, con que se acabó la de este día”.
Hasta aquí el relato de la procesión. Luego, los tres días siguientes, que fueron domingo, lunes y martes, hubo fiestas de barcas, fuegos y lumbres y mascarada de la invención del señor marqués de Alcalá.

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