La Revista Albricias, del año 1952, recoge
la narración de la primera salida procesional de la Virgen de la Caridad al
Barrio Bajo, que transcribo de forma completa:
Recogemos, aunque con escasas
mutilaciones, el relato que por orden de los señores duques de Medina Sidonia,
fundadores de la Santa Cofradía de la Virgen de la Caridad, hizo el Licenciado
Juan Candalo, capellán y escribano de la dicha Cofradía, para que quedase
memoria en sus libros del orden y concierto que hubo en la solemne procesión y
fiesta que se hizo a los 15 de agosto de 1609… que es bien quede memoria de
ello así por la grandeza y riqueza con que se celebró, como para ejemplo de
imitación a los venideros.
“Comenzaron las fiestas con
vísperas solemnes y misa cantada, todo con música, y predicó en ella el Padre
Fray Juan Bautista, Provincial de la Orden de Santo Domingo, habiéndose primero
aderezado la capilla de Nuestra Señora y la del Señor San Pedro, que es donde se
puso Nuestra Señora en las andas, y en esta se puso un dosel de terciopelo azul
con las armas de Guzmán; en el cuerpo de la Iglesia se puso una colgadura que
llaman la “galería de las ninfas”.
Estaba asimismo el patio y
corredores del dicho Hospital aderezado de telas de oro y brocados de primavera
con muchos estandartes de oro y seda, y a trechos, muchos versos de octavas,
sonetos y enigmas en alabanza a la Santísima Virgen. Las calles por donde había
de ir la procesión estaban todas aderezadas de muchas colgaduras de telas y
bordados de oro y seda, con algunos arcos triunfales adornados de muchas
historias con muchos cuadros, y en ellas muchas músicas de diversos
instrumentos, y había muchos altares curiosos y riquísimamente aderezados con
reliquias e imágenes de mucha devoción. Ordenose la procesión por las Cofradías
de esta ciudad, que iban todas delante con las insignias y guiones de sus
advocaciones… que eran la de la Santa Veracruz, la del Nombre de Jesús, la de
San Sebastián, la de los Nazarenos, la Soledad, las Cinco Llagas, San Antonio,
San Blas, San Nicolás, la de los Reyes, la de Ntra. Sra. del Rosario, San
Crispín y Crispiniano, San Lázaro, y tras de las cuales se pusieron en el mesmo
orden los niños
del Colegio de la Doctrina… Luego se pusieron las Ordenes que
hay en la ciudad por su antigüedad, primero los vitorios, luego los agustinos,
tras ellos los franciscanos y últimamente los dominicos, que todos vinieron con
sus cruces y ciriales e incenciarios, en que había muy gran cantidad de religiosos
por los que habían venido a esta solemnidad. Tras de todas las Ordenes iban los
clérigos, capellanes, curas y beneficiados de esta ciudad e iban incendiando la
Santísima Viren de dos en dos. La Santísima Virgen venía tras de los clérigos
acompañada del preste y ministros, que venían vestidos con un ornamento de
brocado bordado muy rico, y con cien hachas de cera blanca, que por ambos lados
llevaban cien cofrades; el vestido de que la Virgen llevaba era tal que no se
pudo juzgar que fuese más de gozar del resplandor de las piedras que salían de
él y de una corona de oro de muy ingeniosa hechura; iba puesta en sus andas de
plata de tanto peso que apenas si la podían llevar seis sacerdotes muy poco
espacio, para lo que se iban de seis en seis rumudando.
Tras el preste iban las niñas
huérfanas que se crían en el dicho Hospital (Alude al Hospital de San Pedro) en
forma de noviciado para servicio de las enfermas y para sacarlas de allí
puestas en estado, tras ellas iban cuatro doncellas en cuerpo con sus desposados
de las manos, que aquel día se habían velado en el mesmo Hospital acompañados
de las mesmas beatas de la dicha casa. En este orden y concierto, después de
las cinco de la tarde salió la Virgen Santísima de su casa con sus andas,
debajo de un palio de tela de plata, azul, con seis varas que llevaba al duque
nuestro señor y sus hijos el marqués de Alcalá y don Rodrigo de Silva y
Mendoza, don Alonso Pérez de Guzmán, don Manuel de Silva y Mendoza, nuestros
señores, y don Luis Bravo de Acuña, a cuyo cargo están las galeras de Portugal,
y porque el peso era mucho y el trecho largo, estaban dispuestos diez y ocho
caballeros que de seis en seis se remudaban a llevarlo, más adelante, un poco
en medio de la clerecía, iba el conde nuestro señor con el guión de la dicha
cofradía en una vara de plata muy alta, que también era azul de damasco, y en
ambas partes una imagen de Nuestra Señora. En medio, cortada de razo blanco en
los campos del vestido bordados de oro, las encarnaciones del rostro y manos
abiertas, y alrededor doce coronas de plata, y con cada corona una letra
bordada de la excelencia que significaba. En estas doce coronas la una que
significaba la
Caridad, estaba más cerca de la cabeza de Nuestra Señora; sobre
su cabeza y por remates, después de una guarnición angosta, iba una letra en
todo en redondo que decía – La que falta escogisteis y todas las merecisteis –
que se dijo por la corona de la Caridad que faltaba de la rueda de las demás
por estar sobre la cabeza de Nuestra Señora. En esta forma fue por la calle del
Hospital para la calle arriba de la cruz (Actualmente Dorantes) que sale a la
plaza Alta, frontero de la casa de Su Excelencia, en donde había un altar en
que paró la Santísima Virgen, donde se le cantó un motete, y habiendo dado la
vuelta a aquella plaza entró por la calle de Boscán, que llaman del Contador
mayor (El trozo desde la plaza Conde de Niebla a calle de Belén), a la entrada
de la cual estaba un arco triunfal a la esquina del cabildo (La esquina del
Cabildo era la del actual Cabildillo) muy bien aderezado, y prosiguiendo por
esta calle entró por la de Belén, al principio de la cual, la Virgen levantó un
tullido de Puerto de Santa María, que tuvo por testigo de su enfermedad a
Miguel de Oviedo, proveedor de las galeras de España y al licenciado Alfaro,
cirujano, que declaró no había podido curalle. Entró luego por la calle de los
Bretones y salió luego a la plaza de la Ribera, que una y otra estaban muy
aderezadas de colgaduras de telas de oro, brocados y sedas. De la plaza entró
por la calle Ancha de los Mesones, que toda ella estaba muy vistosa, porque
tenían las calles colaterales ocupadas con pasos de historias, muchas
curiosidades, fuentes e invenciones que daban mucho juego gusto y contento.
Prosiguió la misma procesión por la calle de San Jorge hasta el convento de
monjas de Regina, de que es patrona y nueva fundadora mi señora la duquesa,
donde en el coro bajo salieron todas las monjas a recibir a la Santísima
Virgen, cantándole el Ave María Stella y otros motetes a música y con mucha
alegría. De allí prosiguió por la calle que va a la Santísima Trinidad, en
donde estaba un altar maravillosamente aderezado, y un poco más adelante un
arco triunfal y en él una muy buena música de vihuelas de hombres y mujeres; y
llegó la procesión a la plazuela de la Santísima Trinidad, y atravesó la plaza
para volver a entrar en la calle de los Bretones, y volvió a subir la cuesta de
Belén y la calle alta de la misma ermita (La ermita de Belén ocupaba parte del
edificio donde está la Iglesia de la Merced), y volvió a entrar en la dicha
calle del Contador Mayor, y caminando para volver a la calle que va a entrar en
su casa y Hospital, sanó un tullido de Cádiz, que había más de un año que allí
lo habían conocido enfermo; fuese continuando hasta llegar a su casa, a donde
llegó a mas de una hora de la noche, y
en todo el
tiempo que anduvo la dicha procesión, mostrando asimismo muy
grande regocijo y alegría, un castillo, naos, y galeras que el puerto había,
disparaban con mucho orden toda artillería, y fueron hasta las tantas las galas
y riquezas que en esta fiesta hubo, que afirmaron muchos caballeros cortesanos
que en ella se hallaban, no haber visto semejante grandeza de fiestas como
esta, con que se acabó la de este día”.
Hasta aquí el relato de la
procesión. Luego, los tres días siguientes, que fueron domingo, lunes y martes,
hubo fiestas de barcas, fuegos y lumbres y mascarada de la invención del señor
marqués de Alcalá.
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