sábado, 2 de enero de 2016

Recuerdos de Bonanza

¿Qué vas a escribir de Bonanza?, me pregunta alguien.
No, esta es una entrada antigua de hace unos años, que he decidido recuperar para aquellas personas que no lo hayan leído, aunque de Bonanza da igual lo diga, si sabes que lo que haga lo voy a hacer con cariño, porque Bonanza es para todos los que en ella hemos vivido como nuestra madre, un poco cursi me ha salido, que de vez en cuando nos da un poco de lata pero que no podríamos vivir sin ella.
Durante la niñez Bonanza era un lugar maravilloso, o por lo menos ese es el recuerdo tengo. El recuerdo de un sitio donde los niños podíamos jugar tranquilos, porque nadie nos reñía y apenas pasaban coches. Mi calle era toda de arena que nos poníamos comidos de mierda, con el enfado de nuestras madres, pero que nos permitía gozar de la libertad que todo niño necesita, con una bombilla de pocos vatios en medio que alguien había puesto y que para poder jugar de noche debíamos estar debajo mismo de ella.
¡Están podando las moreras!. Que podaran las moreras era todo un acontecimiento en el barrio y los niños íbamos rápidos en busca de la mejor rama que raspada con un cristal y con media botella de plástico, de las de los antiguos aceites "ACA", nos llevase a las maravillosas aventuras de zorros justicieros, romanos con capas de cortinas o espadachines de películas fascinantes que ponían los domingos por la tarde en el Seminario, Colegio de los Maristas, previo pago del duro correspondiente, ¿o eran diez reales ?. Nunca he visto en mi vida ramas tan bien peladas.
Era obligatorio dejar sin rascar la parte final de la vara que serviría de puño de la espada y en donde teníamos que introducir la grasienta media botella, aprovechando el gollete para que encajase. A mí nunca me salieron muy bien esas espadas y además no era un gran espadachín. Para los más jóvenes, seguro que se lo habrán contado sus padres cincuenta veces, me creo en la obligación de contarles que las moreras no sólo estaban en la plazoleta, sino que cubrían todas las calles de Bonanza y la carretera, llegando hasta el Pino. Estas moreras, que alguien me cuenta que la pusieron por el deseo de intentar fomentar la crianza del gusano de la seda en la ciudad, por lo visto con no mucho éxito, daban mucha sombra y permitía a los niños subirse a coger moras blancas, demasiado dulces, negras y coloradas, las que más me gustaban. Claro que también daban bastante suciedad en otoño. Cuando Bonanza permanecía durante un par de meses cubierta de hojas secas que se mezclaban con la tierra de las calles y otro problema era que más de uno terminó con algún hueso roto por el deseo de llegar a lo más alto y trepar como un mico. Las moreras se perdieron a finales de los años setenta, cuando comenzaron a urbanizar, aunque el centro de Bonanza tiene la mejor urbanización de toda la ciudad, las calles y no hubo más remedio que arrancarlas para que el hormigón, el asfalto y las farolas hicieran del barrio un lugar más cómodo y habitable, aunque los niños saliéramos perdiendo con el invento, claro que a nosotros no nos preguntaron.
¿Otro día nos contaras otras historias ?.
Quizás un día de estos os cuente la cantidad de pinos que había donde hoy no hay ninguno, los cerros que estaban donde hoy varias lagunas de agua y basura no nos recuerdan nada lo que fue y la cantidad de meriendas de pan con chocolate que nos comimos entre la charambusca, que en realidad dicen que son charamusca, pero aquí siempre las hemos conocido así; las matas de sabinas, la juniperus thurifera, y algún que otro gusarapo.  Pero eso será otro día.
Esta foto es de una de las pocas moreras que aun queda en Bonanza.

No hay comentarios: