El día 1 noviembre del año 1755
tuvo lugar el famoso Terremoto de Lisboa, que alcanzó 8'7 grados en la escala
Richter.
De ese terremoto también tuvimos
consecuencias en Sanlúcar de Barrameda, como las tuvo en otros pueblos de Andalucía, y a las 9 y cuarto empezó un temblor de
tierra que duró diez minutos, que movió bastantes edificios e hizo que las
campanas de las iglesias de la ciudad repicasen solas. A las 11 del mismo día
las olas furiosas anegaron todo el barrio bajo, ahogando a 7 personas y un
barco cargado de trigo que se encontraba en Bonanza quedó en seco después de la
retirada de las aguas.
La tradición cuenta que los
Agustinos del Convento de San Agustín sacaron ese día a hombros de cuatro
religiosos a San Rita, atribuyéndose a la santa el que Sanlúcar no fuese
asolada por las aguas como ocurrió con otras ciudades.
En las actas capitulares del
Cabildo de Sanlúcar de Barrameda aparece el informe que el Escribano Mayor del
Cabildo hace sobre los sucesos del día 1 de noviembre del año 1755, sobre cómo
se vivió y las consecuencias del terremoto de Lisboa en la ciudad.
El informe del escribano, Luis de
Valderrama es el siguiente:
Don Luis de Valderrama, Escribano
de los Reinos de Su Majestad, mayor propietario del Ayuntamiento y Gobierno de
esta Muy Noble y Leal Ciudad de Sanlúcar de Barrameda, certifico: que hoy, día
de la fecha, como a las diez menos dos minutos de la mañana, hallándose
despejados los horizontes y el del mar, que por ser tan llano y sin embarazos
ofrece toda la extensión que alcanza la vista, el tiempo bonancible, sin
inquietud las olas del mar ni haber precedido señales algunas en este día y
sólo en siete y ocho antecedentes experimentase en algunos pozos del campo
turbias las aguas y con mal olor extraño; tembló la tierra, moviéndose todos
los edificios de esta ciudad por espacio de cinco minutos, con mucha
aceleración, causando terrible espanto y tristeza, saliendo las gentes de los
templos y suspendiendo los sacerdotes el Santo Sacrificio de la Misa, las pilas
del agua bendita se derramaron y todas las casas, templos, el Castillo de
Santiago y todas las torres y campanarios se vieron mover y, no obstante,
ningún daño se notó en ellos, raja ni quiebra, siendo las iglesias de Santo
Domingo, La Victoria, La Caridad y La Merced, de cantería las bóvedas de la
corpulencia y espesor correspondiente, nada padecieron de su estructura que ni
las paredes de los barrios que por antiguas amenazaban ruinas recibieron
detrimento alguno, siendo en esta parte de Sanlúcar la única población de sus
confines reservada de este espantoso movimiento; pero como en los de esta
naturaleza se comunican éstos al mar, cuando las gentes se hallaban llenos de
pavor pidiendo a Dios misericordia y temerosas de la repetición de temblores;
con asombro universal se vio levantar el mar con rapidísimo movimiento de olas
y saliendo de los límites dónde alcanzan sus mayores crecientes en el ordinario
curso de las mareas, por la infatigable regla de las lunaciones, y se encaminó
a la ciudad baja. Sus calles en la longitud miran al mediodía y las que
atraviesan, al noroeste, e inundó con increíble velocidad la mayor parte, con
tanta abundancia de aguas, que en la calle de la Bolsa daba a los que transitaban a caballo en las cinchas, superando los grandes cerros de la playa y poniendo sobre ellos las embarcaciones, y como entre éstos hay dos calzadas y arroyos que por lo mismo que dan salida a la rivera para las aguas llovedizas, abrieron el paso a las del mar, que inundaron más de mil pasos desde la orilla de él hasta más adentro de la Portería de el Carmen, Descalzo, calle del Chorrillo donde colocó una embarcación de veinte pasos de largo y otra igual en la calle de San Juan. Las gentes, con suceso tan fatal y urgente, consternadas dejaron sus casas y clamando a Dios y a sus Santos subieron a los Barrios Altos con sus hijos pequeños en los brazos, creyendo repetía el Diluvio Universal; pero por la Piedad Divina e intercesión de los Santos Patronos de esta Ciudad, oyó Dios las deprecaciones y aunque el primer acontecimiento del mar fue seguido de otros dos de menos extensión, a la una del día ya se había recogido el mar a su lugar.
Y porque el recelo de la marea y
creciente excesiva de aquella noche ocasionaba nuevos temores, el Sr.
Gobernador Superintendente puso la playa rodeada de patrullas de soldados, a el
Alguacil Mayor con los Ministros de Justicia, los Cabos de las Rondas de Rentas
Reales con los suyos y gentes de mar del mayor conocimiento, para que se
advirtiesen que este formidable elemento repetía desmedidas crecientes,
avisasen y se disparase un cañón en el Castillo del Espíritu Santo o su
explanada, para que las gentes se salvasen en lo alto de la ciudad; pero no
habiendo novedad ni resultado hasta de presente. Los daños hasta aquí padecidos
por la entrada de el mar se reducen a cinco hombres ahogados, dos muchachos,
dos niños de pecho y una moza que murió del susto. Las embarcaciones que puso
el mar en los cerros y las dos en la calles, maltratadas, que necesitan
componerse con mucho costo de los dueños; las olas de la mar derribaron la
cerca de una casa, esquina de el Arroyo de la Balsa, y lastimaron otra. En la
costa de esta ciudad había cinco corrales de pesquería que al mismo tiempo que
daba útil a los amos, surtía esta República de los peces más regalados y con
mucha abundancia, los ha desbaratado el mar sin dejar ni aún vestigios, lo que
hará notable falta. Y el castillo del Espíritu Santo y una explanada de cañones
que a la boca de este puerto es la única defensa de él, colocados en el perfil
de una barbacana que domina la orilla de él, socavó la furia de sus olas todo
el terreno y está en el aire e inhabitable, retirada la guarnición en una
barraca, que es todo cuanto acaecido en esta ciudad, y para que conste, doy el
presente en Sanlúcar de Barrameda, a primero de Noviembre de mil setecientos
cincuenta y cinco años.-
Luis de Valderrama.
Escribano Mayor del Cabildo.
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