Según había publicado el Boletín de Loterías
y de Toros, tiene lugar en Sanlúcar el 1 de septiembre de 1864 un festejo
taurino del que transcribo la crónica que publicaba el periódico:
Toretes en Sanlúcar de Barrameda en la tarde
del día primero de septiembre.
No bien eran las cuatro y media cuando todo
lo perteneciente a sombra se encontraba lleno de una belleza sin igual,
formando un conjunto agradable sobremanera, pues campeaban en los tendidos y
palcos una infinidad de jóvenes pertenecientes al bellos sexo que seguramente le
harían perder el juicio al más cuerdo, compitiendo sus gustos en los trajes y
adornos con sus divinos rostros, tal era la alegría que presentaban que pasaban
de lo humano.
Faltaban algunos minutos para las cinco
cuando tomaron posesión del palco destinado a presidir, las señoritas Gloria
Matheu, doña Carlota Fernández, doña Teresa Fernández, doña Dolores Barrero y
doña Josefa Velarde.
La banda del Ayuntamiento de esta ciudad
saludó a tan bellezas presidentas; después sonó el clarín y apareció el Sr. D.
Juan Luis Lacave sobre una magnífica jaca andaluza a tomar la llave del toril,
lo que efectuó con todo el aplomo y serenidad que le es impropia, por ser
demasiado joven; entregada que fue al encargado de abrir la puerta, D. José
Miguez, volvió a sonar el clarín y salió cuadrilla que la componían los señores
siguientes:
Espadas: D. Pedro Aguera y D. Miguel García.
Banderilleros: D. Mariano Huertos, D. José
Garrido, D. José Doblado y D. Diego Charril.
Picadores: D. José Pimentel, D. José Prieto,
D. Agustín Mosquera y otro.
Ramaleros: D. Francisco Somavía, D. Joaquín
Delgado, D. Ricardo Albentos y D. Manuel Mateos.
Mozos de plaza: D. Adolfo Lacave, D. Simón
Velazquez.
Se lidiaron cinco toretes del Sr. D. Antonio
Casqueto, de Lebrija, los cuales dieron buen juego, sobresaliendo el segundo y
quinto.
Los novillos todos lucieron magníficas moñas
regaladas por las señoritas de esta; fueron banderilleados con banderillas de
un lujo extraordinario regaladas también por las mismas; durante la lidia reino
la mejor armonía y buen gusto entre todos disputándose el peligro unos y otros
y ayudándose en todo lo posible.
La muerte del primer bicho fue cedida por el
Sr. Agüera al Sr. García, el que accediendo a ello gustoso nos mostró que es la
primer zorra que degüella, y que tiene gran serenidad y sabe todo lo que puede
saber un maestro.
Este joven fue obsequiado por las presidentas
con una infinidad de flores y dulces y del público con un nutrido aplauso.
La muerte del segundo fue cedida por el Sr.
García al Sr. Agüera, el que con toda la sangre fría que pudiera hacerlo un
Domínguez, le dio una magnífica estocada hasta los dedos, recibiendo, que desde
que se corren en esta novillos no se ha dado otra mejor, tomando en recompensa
de las señoritas presidentas multitud de ramos de flores y dulces, y del
público las palmas que aplaudía estrepitosamente por su buena obra y por ser
hijo del mismo suelo sus admiradores.
El dicho Sr. Agüera finó al tercero con el
toreo de no dejar nada que desear, y manejando la muleta admirablemente.
El cuarto, este fue brindada la muleta y
espada por el señor García al señor Duque de San Lorenzo, el que, con demasiado
aplomo y aburrido quizás por la índole del bicho, lo trasteo de cuantas maneras
se conoce en el arte y le fue posible, concluyéndose con mejor gana que suerte,
dejándolo patitieso para siempre, D. Diego Charril con el cohete.
El quinto y último murió a manos del Sr.
García después de un buen toreo y estando el becerro huido con ganas de tomar
las de Villadiego.
En resumen. Los bichos pueden calificarse de
buenos exceptuando el cuarto.
Los espadas bien, muy bien.
Los banderilleros, no como aficionados sino
como toreros de profesión.
Los picadores, D. José Pimentel bien, muy
bien, los demás cumplieron.
Todos los del servicio cumplieron como sus
buenos deseos, tanto los de las mulillas como los de la Plaza.
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