Artículo publicado por Narciso Climent en la revista
Sanlúcar, correspondiente al año 2003.
¿Cuándo, Encarna, tu pueblo te tributará el magno homenaje
que te has ganado a pulso?
Nació, como ella repite frecuentemente, en el barrio del
"aje", en el barrio marinero por excelencia de esta ciudad, de
humilde familia marinera dedicada a la pesca y a la venta ambulante del
"pescao". Mar y cante, aletazos de destino, guitarras del viento,
hambre y cante a borbotones para acudir a las necesidades de su casa. El sino
de Encarnación, La Sallago, la voz guardiana de los arcanos misterios de la voz
cantaora de un pueblo.
El cante se lleva en la sangre; y el arte en el corazón, y
en la garganta, y en las manos, y en las piernas, y en la mirada, y en el
sentimiento. Porque Encarnación rompe un tanto con la tradición de la Sanlúcar
cantaora: ella no es gitana, pero el arte brota de ella a raudales, abriendo en
el corazón auténticas curvas de cristales esotéricos. Lo había mamado. Su
abuela "La Gongue" cantaba por marianas; "La Consuelo", su
tía, lo hacía por siguiriyas y soleá; su padre, Juan, "La Mamé",
cantaba aquello de:
Dame una castora
pa quitarme el frío
que no quiero está muerto,
como esos muertos
que viven arrecios.
Y su madre, "La Matilde", era maestra por alegrías
y por "arbórea". Y los hermanos ( Rosa "La caracolera",
Juan, Rafael, Enrique, Pepe) llevaban todos dentro, quien más y quien menos, el
duende del cante, acompañando las labores de la marinería, o la venta del
pescao, o la soledad enlutada de la "Otra Banda". ¡Cuánta grandeza en
la intrahistoria de un pueblo! ¿Por qué buscar en los engolados y engominados
genios del arte y la cultura lo que tan al alcance de la mano brota radiante
del corazón mismo del pueblo? El arte está en el pueblo, el duende duerme en su
alcoba.
A todos les iba , desde niños, el cante y el baile. El arte
vivía en un rinconcito del corazón del Barrio, en dos casas de vecinos de la
Plazoleta de los Aviones, a los pies de la Calle San Antonio, junto a otra
familia de solera en el Barrio, los Paporra, quienes también hicieron sus
pinitos en el arte del cante y del baile. Allí los Sallago veían pasar la vida
cargada de los harapos de la necesidad, y Encarnación, mezcla de alegrías y
penas -que son esos los atuendos que suelen vestir los hijos del pueblo- soñaba
con ganar dos pesetas para engañar a la petenera del hambre.
Porque lo suyo fue precoz. Dicen que la niña, una
"mijita" de cinco años, se ponía junto a las canastas del
"pescao" que vendía la madre y se arrancaba por bulerías que era un
primor. ¿Cuántos corazones y estómagos fríos vibraban en el Barrio cuando la
niña hacía de las suyas? -¡Y mira que canta bien la "joía"! decía
Antonio, el del puesto de cigarrillos liaos a mano y de chucherías de la calle
Barrameda, a la puerta misma de la casa del Campo Nuevo. Pero la alternativa de
público, de roce con la manifestación de lo que llevaba dentro, se produjo,
siendo ella todavía casi una niña, un Jueves Santo, a las 5 de la tarde, en la
puerta de la Iglesia de San Nicolás. Estaba saliendo La Esperanza -¡casi na pa
er cuerpo, pa la vista, pa el oído, pa la fe y pa to!-, y Encarnación, que iba
vendiendo galeras (el hambre no entiende de festivos), empezó a cantar una
saeta de las suyas. El desconcierto fue general. Los guardias municipales
intentaban evitar lo que parecía un juego con guasa. Pero, cuanto más lo
intentaban, más se empinaba la niña, y mejor cantaba. La gente reclamó silencio
y empezó a conocer quién era aquella niña, Encarnación Marín, la Sallago.
Luego vino la profesionalización. Compañías
(como las llamaba el pueblo), cuadros flamencos, concursos , premios,
galardones... En 1961, con la Compañía "Bajo el sol andaluz", efectúa
giras por todo el país. En la década de los sesenta forma parte de los cuadros
flamencos "Las Brujas" y "Torres Bermejas". En 1977 RTVE le
otorga el título de "Importante". En 1985 actúa con el grupo
"Los últimos de la Fiesta". En 1987 es el Teatro Alcalá - Palace el
que la acoge en la III Cumbre Flamenca de Madrid. En 1995 participa en la III
Reunión del Cante de Cádiz y Los Puertos, que, en el Colegio jesuítico portuense
de San Luis, se celebra en Memoria del gran cantaor sanluqueño Ramón Medrano.
"La Sallago" tiene un amplio repertorio y fuerza
para interpretar cualquier palo: soleá ("Ni a contemplarte"),
serranas ("A la sierra me voy"), marianas ("De Cádiz a
Triana"), siguiriyas ("Doctores no han sabido"), nanas (
"Duérmete niño chico"), bulerías ("Le digo al trigo"),
tientos ("Los duendes del sentimiento"), tanguillos de Cádiz
("Quererte no está en mis libros"), cantiñas ("Virgen de la
Caridad"), fandangos ("Tengo una Dolorosa"), peteneras ("Paterna
de la Rivera")... y hasta "la cachucha", un viejo palo
sanluqueño, que Encarnación aprendió de los suyos, y "arbórea", y
mirabrás...
Pero quizás donde más destaque sea en los fandangos
artísticos, en las saetas y en la tona. Como saetera no tiene igual; así lo
reconoció Sevilla cuando en 1981 le concedió la "Saeta de Oro", y así
lo reconocen quienes la han visto y la han oído en los rincones y balcones
sanluqueños en los días de la Semana Santa. En cuanto a la tona, el escritor y
flamencólogo sanluqueño, Eduardo Domínguez Lobato, en una conferencia pronunciada
en el Puerto de Santa María (1995), contaba esta anécdota, que se recoge por
indicar con precisión la idiosincrasia de Encarnación:
"Recientemente, Encarnación Marín
Sallago, invitada a participar en la Bienal flamenca de Sevilla, recibió la
consigna de cantar única y exclusivamente la tona litúrgica. Así la llamaba la
organización para perplejidad de la cantaora sanluqueña. Encarnación me llamó
sorprendida y un tanto desconcertada. ¿Qué era aquello de la tona litúrgica?
-la que usted canta siempre, le respondí. -Esa es la tona de mi madre y de mi
abuela...- Pues exactamente esa. Así lo hizo y así resultó a satisfacción de
los organizadores".
Las más prestigiosas casas discográficas se han ocupado de
las grabaciones de sus cantes, de manera que su discografía es catalogable como
abundante y de excelente calidad. Es de destacar el "Homenaje Flamenco a
Manuel Machaco" que grabó junto con Bernardo el de los Lobitos, Curro
Malena y Manolo Vargas, así como "Mujeres de la Bética" con "La
Perla de Cádiz" y "Adela La Chaqueta".
Encarnación, a sus más de ochenta años, sigue cantando, y le
siguen acompañando las facultades, pero es consciente de que el tiempo no ha
corrido en balde, que imperan otras modas, a las que ella, de alguna manera,
quiere titánicamente aproximarse. Así en una entrevista realizada por Mariuca
Cano (Desde la Plailla. Peña Cultural Flamenca "PUERTO LUCERO"-
1998-) decía: "Estoy trabajando para grabar seis temas puros, pero...
puros de verdad, añejos, de los de mi familia... ¡Te lo juro por Dios, Mariuca,
que esos, no hay quien los haga hoy! Y, además, voy a hacer un par de temas
"aflamencaos" como los que están pegando en la gente joven, sólo que
yo los haré en sus raíces y guardando la esencia y el gusto por el cante, por
dentro cantando con jondura y por fuera dándoles su aire de fiesta".
Su Ciudad, Sanlúcar de Barrameda, tan "sensible para
otros palos", está en deuda con Encarna. Ella ha dado a conocer el nombre
de la Ciudad por doquier, ha derrochado su arte entre los suyos. Se le han
hecho reconocimientos, sí, pero cuando ella más está necesitando sentir el
calor de toda la Ciudad sólo ha encontrado promesas que nunca han llegado a
buen término. Quizás sea ahora, más que nunca, cuando La Sallago necesita
sentir aquello que escribió el gran Federico García Lorca:
"Ahora tengo en la frente
rosas blancas
Y la copa rebosando vino"
(Ritmo de Otoño, 1920)
No, no es Encarnación cantaora de modas. Ni de actuaciones
preestablecidas. Ni tan siquiera de discos enlatados. Cumple, y con creces.
Pero donde surge majestuosa, telúrica, señora de la llave donde se guardan los
duendes del flamenco, expresión del llanto y de la marginación, es en el
momento mágico en que "La Sallago" se encuentra con la inspiración.
Cuando se produce el maridaje, se para el reloj, no sopla el viento, la magia
se siente en su mirada transfigurada, en sus movimientos expresivos, en sus
manos marcando el ritmo sobre la mesa próxima. Esta sí es "La
Sallago", la del Barrio del "aje", la voz mágica, el sentimiento
eternizado, porque, con sus palabras:
"... mientras yo canto por tientos,
me están tocando las palmas
los duendes del sentimiento".
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