En la sesión celebrada el día 5 de abril del año 1872 el Ayuntamiento de Sanlúcar de Barrameda encarga al Padre Faustino Miguez, que además era un gran químico, que realizase el análisis de las propiedades curativas de las aguas de los numerosos manantiales existentes en la ciudad, concibiéndolo como un proyecto que terminará redundando en la mejora de la ciudad y con la intención de que una vez acabado el trabajo, los concejales se comprometían a hacer una publicación con los resultados obtenidos en el mismo.
“El mismo Sr. Presidente expuso que existiendo en esta población diferentes clases de aguas medicinales, cuyas propiedades se desconocen por no haberse analizado por personas competentes y teniendo noticias que entre los Padres Escolapios del Colegio de San Francisco hay uno que está reconocido por ser excelente químico, creía llegada la ocasión de aprovechar esta oportunidad para hacer el análisis de las aguas que hay en la población, escribiéndose la memoria explicativa de ellas la cual dadas a conocer al público podrá contribuir a curar muchas enfermedades y al mismo tiempo invitar a muchas personas a venir a usarlas lo cual será un nuevo elemento de riqueza para la población”.
Pasaron apenas tres meses y el 6 de julio del mismo año en sesión municipal se dio cuenta de un escrito del Padre Faustino Miguez que acompañaba el estudio que había realizado sobre las aguas de Sanlúcar de Barrameda.
El libro que se publicó llevaba el título de “Análisis de las aguas públicas de Sanlúcar de Barrameda, con indicación de sus virtudes medicinales”. La obra, de la que se realizaron mil ejemplares, fue editada en Sevilla por Juan Moyano, que era litógrafo de la Escuela de Medicina y el prólogo del mismo lo realizó el doctor Manuel Pizarro Jiménez, que presenta al padre Faustino como un verdadero investigador y un amante de la ciencia que quiere poner al alcance de los demás y al servicio del pueblo.
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