Es octubre del año 1908 y el
periódico La Correspondencia de España publica un artículo que lleva el titular
“Temores justificados”.
La historia es que en el puerto
de Bonanza habían estado sometidos a observación dos buques rusos que traían
cargamento de madera y que después se le permitió la libre circulación ya que no
se encontró nada que pudiese originar peligro para la población.
Aunque a pesar de estar todo en
condiciones la población de la ciudad se encontraba indignada al ver convertido
al puerto en “lazareto” sin que en el mismo se reúnan las condiciones necesarias
para ello.
Tanto es así que el alcalde de
Sanlúcar en la época, el alcalde, Leopoldo del Prado, haciéndose eco del sentir
de los vecinos, se apresuró a telegrafiar al gobernador civil de Cádiz, trasladándole
la inquietud de los vecinos.
Parece que a pesar de la
vigilancia que se hacía sobre el puerto, era muy fácil la entrada en el mismo y
por ello el contagio, pudiendo convertirse en una puerta abierta a epidemias.
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