El paseo de esta mañana ha sido largo con el
fresquito: Desde la calle Ancha a la glorieta del Betis, camino Ancho hasta la
calle Rubiños, Barrameda y vuelta a la calle Ancha, que es el lugar de llegada
de casi todos los días.
Día productivo con la cámara, con algunas
fotos que ya enviaré a quien debo, y otras que iré publicando poco a poco,
sobre todo aquellas que considere curiosas.
Hoy no haré un recorrido fotográfico por los
lugares del paseo, sino que voy a dedicar el reportajillo a un sólo lugar,
porque la mayoría de las veces vamos tan enfrascados en nuestras cosas que casi
no tenemos tiempo a pararnos unos segundos a mirar para arriba y nos perdemos
toda la belleza que está por arriba de nuestros ojos.
Aquí quería contarles una intimidad, que ya
saben que yo para estas cosas tengo muy poco pudor. Hace como diez o doce años,
no recuerdo cuantos, cuando por primera vez dejé los bastones y pillé la silla
de ruedas no sabía cómo sería mi reacción, como sería mi adaptación. Pero he
aquí que desde el primer día descubrí algo que me llenó de ilusión: Tenía manos
y tenía ojos. Podía tocar, cosa que antes me era imposible porque llevaba las
manos en los bastones y podía mirar tranquilamente para arriba sin pensar que
tropezaría con algo y me caería. Os aseguro que eso me hizo mucho más feliz.
Hoy os quiero dejar un reportaje fotográfico
realizado a la parte más alta de uno de los edificios más bellos de Sanlúcar de
Barrameda, la Iglesia de Santo Domingo, pero sin hacer ninguna descripción, no
quiero que nada distraiga la observación de la misma, y al mismo tiempo les
pediría que cuando pasen por allí se acuerden de lo que les digo y echen una
miradita a la parte alta, les aseguro que merece la pena.
Esta última foto si quiero comentarla. Es la
parte curiosa, pero al mismo tiempo peligrosa. Una higuera ha crecido en la
pared de piedra y si no se quita acabará por destrozar la pared.
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