Era el año 1995 y habíamos recibido el encargo de realizar unos reportajes para la entonces TDC sobre los conventos de monjas de Sanlúcar, reportajes que nunca se llegaron a terminar.
Ya teníamos permiso del obispado de Jerez para visitar y grabar dentro de los tres conventos femeninos, Madre de Dios, Regina Coeli y las Descalzas, y de este último es del que quiero hablar hoy en esta entrada.
Recuerdo que era sábado y vísperas del día de Santa Teresa, con lo cual el convento estaba resplandeciente y adornado para celebrar el día de la fundadora.
Llegamos sobre las diez de la mañana y estuvimos recorriendo todas y cada una de las dependencias hasta pasadas las dos de la tarde, y rompimos todas las normas y monotonía de las monjas que aquel día con nuestra charla, nuestro trabajo y hasta con nuestra juventud estaban más contentas que unas pascuas.
No quiero hacer aquí una descripción del convento por dentro, que de eso ya tiene las imágenes la tele de Sanlúcar, aunque no sé si al final se llegaron a poner alguna vez, porque los programas nunca se terminaron. Lo que pretendo es recordar la vivencia que tuve al entrar en el convento, la sensación de paz, silencio e incluso ingenuidad que se respiraba nada más entrar. No se escuchaba absolutamente nada del exterior. Era un verdadero aislamiento del mundo, pero al mismo tiempo descubrí que las monjas estaban completamente informadas de todo lo que pasaba en la ciudad.
Fue una sensación agradable y gratificante pasar unas horas con aquellas mujeres mayores casi todas ellas, y que supongo que después de tantos años muchas de ellas ya no estarán con nosotros. Se prestaban a todo.
- Hace falta que algunas caminen por ese pasillo para que salgan en la imagen.
Y allí estaba la mayor de ellas ofreciéndose voluntaria para recorrer el pasillo, con todos los achaques de los años.
Habíamos pasado la mañana con ellas y nos habían enseñado todas y cada una de las dependencias, habitaciones y celdas de la casa y ya casi nos despedíamos, cuando a Mariqui Romero se le ocurrió la idea de que no podíamos marcharnos de allí sin hacernos una foto todos, así que nos fuimos al patio y nos pusimos todos preparados para que la cámara disparara automáticamente la fotografía la fotografía del grupo y en estas que a alguien se le ocurre decir el clásico ¡patataaaaaa”, que parece que siempre se dice cuando se va a hacer una foto de un grupo, y aquí nos ves a todos, monjas incluidas recitando el patata y cuando acabamos la foto las risas inundaron el patio.
Lástima que no conserve ese fotografía, porque me acuerdo de ella con mucho cariño.
Ya teníamos permiso del obispado de Jerez para visitar y grabar dentro de los tres conventos femeninos, Madre de Dios, Regina Coeli y las Descalzas, y de este último es del que quiero hablar hoy en esta entrada.
Recuerdo que era sábado y vísperas del día de Santa Teresa, con lo cual el convento estaba resplandeciente y adornado para celebrar el día de la fundadora.
Llegamos sobre las diez de la mañana y estuvimos recorriendo todas y cada una de las dependencias hasta pasadas las dos de la tarde, y rompimos todas las normas y monotonía de las monjas que aquel día con nuestra charla, nuestro trabajo y hasta con nuestra juventud estaban más contentas que unas pascuas.
No quiero hacer aquí una descripción del convento por dentro, que de eso ya tiene las imágenes la tele de Sanlúcar, aunque no sé si al final se llegaron a poner alguna vez, porque los programas nunca se terminaron. Lo que pretendo es recordar la vivencia que tuve al entrar en el convento, la sensación de paz, silencio e incluso ingenuidad que se respiraba nada más entrar. No se escuchaba absolutamente nada del exterior. Era un verdadero aislamiento del mundo, pero al mismo tiempo descubrí que las monjas estaban completamente informadas de todo lo que pasaba en la ciudad.
Fue una sensación agradable y gratificante pasar unas horas con aquellas mujeres mayores casi todas ellas, y que supongo que después de tantos años muchas de ellas ya no estarán con nosotros. Se prestaban a todo.
- Hace falta que algunas caminen por ese pasillo para que salgan en la imagen.
Y allí estaba la mayor de ellas ofreciéndose voluntaria para recorrer el pasillo, con todos los achaques de los años.
Habíamos pasado la mañana con ellas y nos habían enseñado todas y cada una de las dependencias, habitaciones y celdas de la casa y ya casi nos despedíamos, cuando a Mariqui Romero se le ocurrió la idea de que no podíamos marcharnos de allí sin hacernos una foto todos, así que nos fuimos al patio y nos pusimos todos preparados para que la cámara disparara automáticamente la fotografía la fotografía del grupo y en estas que a alguien se le ocurre decir el clásico ¡patataaaaaa”, que parece que siempre se dice cuando se va a hacer una foto de un grupo, y aquí nos ves a todos, monjas incluidas recitando el patata y cuando acabamos la foto las risas inundaron el patio.
Lástima que no conserve ese fotografía, porque me acuerdo de ella con mucho cariño.
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